"Cuando comencé las clases de tango a los 52 años, pensé que sería demasiado tarde para aprender. Tres años después, no solo he descubierto una pasión que ha transformado mi vida social, sino que también he mejorado mi postura y equilibrio de forma sorprendente. Los instructores me han guiado con paciencia y profesionalismo, adaptando las enseñanzas a mi ritmo. Hoy participo regularmente en milongas y he viajado a Buenos Aires para profundizar en mi aprendizaje. El tango me ha dado una nueva confianza en mí misma."